1.- La autonomía adolescente.
En condiciones normales los niños y las niñas pasan por
un largo periodo de buenas relaciones con las fi guras de apego,
pero en la adolescencia esta relación entra en crisis debido a la
conquista de la autonomía frente a las fi guras de apego. Una crisis
que puede ser confl ictiva o pacífi ca, pero que siempre implica
un cambio profundo en el sistema de relaciones entre padres e
hijos. Los confl ictos son escasos si los padres ayudan a sus hijos a
conseguir la independencia, mientras que se incrementan cuando
aquéllos intentan mantener un control absoluto sobre éstos
(Miranda y Pérez, 2005).
Las reacciones negativas de los padres ante el proceso
de autonomía del hijo adolescente tiene diversas explicaciones
(Lutte, 1991): los padres todavía se sienten útiles para su hijo y
el deseo de autonomía de éste les desilusiona; creen conocerle
bien, y temen dejarle indefenso para afrontar la vida; los años de
convivencia durante la niñez les impide darse cuenta de que su hijo
ha cambiado y que hay que tratarlo de otro modo, abandonando
los estilos autoritarios en favor de otros más democráticos.
2.- El conflicto intergeneracional
La adolescencia implica un proceso de desarrollo que
impulsa al joven a tomar sus propias decisiones sobre cómo
pensar, sentir y actuar. Las decisiones más importantes y difíciles
de tomar en su vida son en primer lugar las referidas a temas
familiares, seguidas de las que tienen que ver con sus amistades,
estudios y sentimientos (Gambara y González, 2005). Los
adolescentes están convencidos de que pueden tomar decisiones
a edades más tempranas de lo que consideran sus padres. Esta
discrepancia infl uirá en la conducta de los padres hacia sus hijos y
viceversa, lo que podría afectar a sus relaciones afectivas y hacer
más probable la aparición de confl ictos entre ellos.
3.- Estilos educativos de los padres y adolescencia
Las relaciones de los padres con los adolescentes y la
existencia o no de confl ictos, están muy condicionadas, no
determinadas, por los estilos educativos empleados dentro del
contexto familiar. Utilizando el modelo de Baumrind (1991),
existen tres estilos educativos diferentes de los padres en el ámbito
familiar (Kimmel y Weiner, 1998; Santrock,; 2003; Coleman
y Hendry, 2003; Ceballos y Rodrigo, 1998; García, Ramírez y
Lima, 1998):
Estilo autoritario: No utiliza el afecto y el apoyo. Se basa
en el control firme, la imposición de normas y el uso de castigos.
Los padres que utilizan este estilo pueden favorecer valores
deterministas y de conformidad, e inhibir valores de autodirección
y estimulación. Al adolescente sólo se le exige sumisión ante la
norma impuesta, de forma que no hay un proceso de integración
de la misma como propia y sus efectos son poco duraderos.
Estilo democrático: Tiene como principios básicos el
respeto, la exigencia adecuada, el castigo razonable, el control
firme, la negociación y explicación de normas, y el refuerzo de los
comportamientos deseados más que el castigo de los no deseados.
Los padres democráticos promocionan valores de autodirección
y valores prosociales. La interiorización de normas y de valores
requiere que el hijo no sólo capte el mensaje de los padres, sino
que además lo haga suyo y lo utilice.
Estilo permisivo: Se caracteriza por la falta de control y
de límites, la tolerancia y la renuncia a influir en los hijos. Los
padres permisivos fomentan valores de autodirección como la
autonomía y la independencia e inhiben valores prosociales como
la solidaridad o la justicia.
Posteriormente el estilo permisivo se ha dividido en dos:
indulgente e indiferente:
Estilo indulgente: Tiene un comportamiento benigno y
pasivo, probablemente sin normas y sin expectativas elevadas
para sus hijos, no considera importante al castigo. Cree que la
confianza y la democracia en las relaciones padres-adolescentes
son beneficiosas.
Estilo negligente: Ni tiene control sobre sus hijos, ni se
preocupa por ellos. Se desentiende de su responsabilidad educativa
y desconoce lo que hacen los hijos.
Conviene señalar que muchos padres no utilizan un solo
estilo educativo, sino una combinación de ellos en función de las
circunstancias y el momento.
Los adolescentes educados por padres democráticos son los
que reciben una influencia más positiva de la familia: desarrollan
mejores habilidades sociales, son más autónomos y responsables,
puntúan mejor en autoestima, tienen una mejor planificación del
futuro, trabajan por recompensas a largo plazo, adquieren una
moral autónoma, tienen límites y reglas pero también apoyos, y
mayor probabilidad de evitar comportamientos de riesgo como
tomar drogas o actividades sexuales precoces.
Los adolescentes educados por padres autoritarios se caracterizan por lo contrario:
pocas habilidades sociales y comunicativas, obediencia y
conformidad, poca iniciativa, baja autoestima, moral heterónoma,
planificación impuesta y necesidad de refuerzos a corto plazo
para el trabajo. Los adolescentes educados por padres indulgentes
a veces son menos maduros, más irresponsables, tienen buenas
habilidades sociales con los iguales, alta autoestima, nula
planificación y trabajo y mayor riesgo de abuso de drogas.
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